En estos días de “bicentenario” lo único que se puede hacer es andar enfiestado. El que diga que la perorata nacionalista tiene algún otro sentido que no sea comer y tomar hasta la idiotez –con los beneficios comerciales que eso conlleva para el capital- no entiende ná.
El caso es que proponerse estar borracho (y drogado) 4 días seguidos no es menor, sobre todo porque ello también implica estar 4 días seguidos con caña. O sea, la cagadera matutina. Porque uno puede no tener el cuerpo cortado, no tener dolor de cabeza, pero la caca en la mañana es no es evadible. Esa que sale con propulsión a chorro, violenta; esa de la que yo seré presa en unos momentos cuando empiece a bajar el desayuno después del los terremotos de anoche. Porque no hay peor cagada que la de vino flaite, ese tinto que deja negro el wáter como si uno tuviera una hemorragia intestinal del tamaño de todo el tubo digestivo.
Ahora, si uno anduvo mezclando destilados con fermentados, o se ganó en la fonda uno de esos copetes cumas color verde fosforescente, entonces lo mejor es hacerse la idea de unas arcadas incontenibles tipo 5 am. Y si es con cagadera, todo al mismo tiempo, mejor todavía. ¿Quién no se ha visto abrazando al ídolo de loza, tirado al lado de la taza de wáter, tratando de pararse antes de hacerse caca en el acto? ¿O bien sentado, cagándose solo mientras con una bolsita espera al vómito monumental que se acerca?
En fin, voy a terminar esta entrada ahora mismo, me he parado ya 2 veces al baño mientras la escribo y tengo que conseguir llegar a un asadito familiar aún. Unas chelitas, un cuete y la guata como nueva, ¿o no?
Recuerdo la gestación de esta entrada con una chicha en la mano pensando en las consecuencias de nuestras etílicas decisiones.
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